Aquí hay algo que vale la pena reflexionar: nuestros cerebros no fueron diseñados para las salvajes oscilaciones de precios de las criptomonedas. Sin embargo, de alguna manera, hemos comenzado a tratar el comportamiento de trading absolutamente desquiciado como si fuera una insignia de honor. ¿Cuándo se convirtió el juego imprudente en algo digno de celebrar? El costo psicológico de este mercado se barre debajo de la alfombra mientras animamos la locura.