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No volver a recordar hoy

Supón que eres un pavo.



El granjero viene a alimentarte todos los días, llueva o truene.

El día 1 estás un poco nervioso, al día 10 te relajas, y al día 100 estás convencido de que los humanos son amigos.

Para el día 1000, ya dominas la estadística.

Has trazado la curva de crecimiento de peso, calculado la desviación estándar de la alimentación y llegado a una conclusión científica: los humanos son 100% amigables con los pavos, y esta regla está respaldada por 1000 datos.

El día 1001, estás aún más seguro de las leyes que rigen el mundo.

Ese día es la víspera de Acción de Gracias.

Al día siguiente, te llevan a la mesa.

Esta es una historia del libro *La Estrategia del Cisne Negro*, y también la leyenda del “evento cisne negro”.

¿Pero por qué usar el cisne negro como metáfora?

Porque, antes de que se descubrieran en Australia, los europeos estaban convencidos de que todos los cisnes eran blancos.

Esa creencia se había confirmado innumerables veces.

Pero basta con ver un solo cisne negro para que toda esa conclusión milenaria se derrumbe.

De ahí viene el término “cisne negro”, que se refiere a eventos que cumplen con tres características:

Primero, son impredecibles, fuera de las expectativas habituales.

Segundo, tienen un impacto extremo.

Tercero, aunque son impredecibles, después de que ocurren, las personas inventan explicaciones para hacer que parezcan previsibles y explicables.

En resumen: rareza, impacto enorme, y capacidad de ser explicados a posteriori.

Y cada uno de nosotros somos ese pavo que no sabe que un evento cisne negro está a punto de suceder.

Pensamos que nuestro trabajo es estable, que los precios de la vivienda subirán, que nuestras relaciones durarán, que mañana será igual que hoy.

La experiencia de 1000 días nos hace creer que el día 1001 será igual.

Pero la historia nunca funciona así.

Talmud mismo ha visto cómo el paraíso se convierte en infierno.

Nació en una familia noble en Líbano, un lugar conocido como el “Paraíso del Medio Oriente”: cultura francesa, clima mediterráneo, cristianos y musulmanes convivieron en paz durante 13 siglos.

Incluso los taxistas eran amables, eso era prueba del paraíso.

Pero en 1975 estalló la guerra civil.

En unos meses, el paraíso se convirtió en infierno.

13 siglos de paz se desvanecieron en semanas.

La guerra duró más de 15 años.

Y lo más impactante fue la reacción de la gente.

Todos decían “la guerra solo durará unos días”, y esperaban volver a casa en hoteles en Chipre o Grecia.

Pero después de más de 15 años, algunos todavía esperan.

El tío de Talmud recuerda que hace 30 años, los ricos palestinos huyeron a Líbano pensando que era solo una solución temporal, y todavía viven allí 60 años después.

Pero cuando Talmud preguntó “¿será también así para nosotros?”, su tío respondió: “No, por supuesto que no, aquí la situación es diferente”.

Siempre pensamos “esta vez no será igual”.

Y lo más aterrador no es el cisne negro en sí, sino nuestra ceguera ante él.

La historia no avanza lentamente, sino que salta de un nivel a otro.

De un salto, a otro.

Pero nuestra mente se niega a aceptar esto.

Aquí hay dos ejemplos interesantes que lo demuestran.

En verano de 1982, los grandes bancos de EE.UU. casi pierden todo lo que habían ganado desde su apertura: en un verano, sus beneficios se redujeron a cero.

Países sudamericanos incumplieron colectivamente sus deudas.

Esos banqueros vestían trajes y corbatas, y cada trimestre publicaban informes que demostraban lo “estable” que eran.

Décadas de datos mostraban que las morosidades eran bajas y el riesgo controlado.

Hasta que todos los clientes dejaron de pagar al mismo tiempo.

Y aquí va mi ejemplo favorito.

En 1998, la firma Long-Term Capital Management quebró.

Tenían dos premios Nobel en economía, y usaban modelos matemáticos para gestionar riesgos.

Sus modelos decían que su estrategia era extremadamente segura, y que la probabilidad de perderlo todo era insignificante.

Pero en cuestión de semanas, quebraron.

Sus modelos estaban basados en la “curva en forma de campana”: asumían que la volatilidad del mercado seguía una distribución normal, y que los eventos extremos eran muy raros.

Pero la realidad es que los eventos “de cola gruesa” (fat tails) ocurren mucho más frecuentemente que lo que predice la matemática.

Lo más irónico es que estos dos premios Nobel ganaron el Nobel precisamente por inventar esa fórmula para valorar opciones, que asumía que los cisnes negros no existían.

Al año siguiente, el fondo gestionado con esa fórmula quebró.

Talmud dice que el problema radica en que pensamos que el mundo está dominado por valores promedio.

En áreas como altura o peso, los valores extremos no importan; una persona más alta que tres metros, por ejemplo, es muy rara, y el promedio explica bastante.

Pero en riqueza, guerra, mercados financieros o innovación tecnológica, todo está dominado por eventos extremos.

Bill Gates, por ejemplo, tiene una fortuna que supera la suma de la de millones de personas.

Y siempre usamos el pensamiento basado en el “promedio” para entender un mundo dominado por “extremos”.

Pero, al entender esto, la perspectiva cambia.

No se trata de “cómo predecir los cisnes negros” — eso es imposible.

Sino de: cómo sobrevivir y prosperar en un mundo de cisnes negros.

La respuesta de Talmud consta de dos pasos.

Primero: reconocer los dos extremos.

No todos los cisnes negros son malos; tienen dos extremos.

Cisne negro negativo — eventos impredecibles y dañinos.

La crisis financiera de 2008, la quiebra de Lehman Brothers.

El ataque terrorista del 11 de septiembre, con la caída de las Torres Gemelas.

La caída del mercado en 1987, con una bajada del 23% en un solo día.

Y, por otro lado, los cisnes negros positivos — eventos impredecibles y beneficiosos.

La invención de internet, que nadie predijo que cambiaría el mundo.

El descubrimiento de la penicilina, que fue un experimento fallido.

El éxito de *Harry Potter*, rechazado por 12 editoriales.

O hacer un experimento que puede fallar o cambiar la historia.

Las pérdidas son limitadas, las ganancias, ilimitadas.

Y en las industrias, también.

Las industrias de los cisnes negros positivos — cine, publicación, investigación, capital riesgo.

Producir una película puede perder unos millones, pero ganar miles de millones.

Publicar un libro puede costar solo la impresión, pero generar regalías miles de veces más.

Hacer un experimento puede fallar, o cambiar el mundo.

Las pérdidas son limitadas, las ganancias, infinitas.

En cambio, las industrias de cisnes negros negativos — préstamos bancarios, seguros contra catástrofes.

Un banco presta dinero para ganar intereses, pero puede perder todo.

Un seguro contra catástrofes puede cobrar primas, pero puede arruinarse si paga demasiado.

Las ganancias son limitadas, las pérdidas, ilimitadas.

Por eso, hay que apostar en industrias de cisnes negros positivos y alejarse de las negativas.

Y en la estrategia de ataque.

Para los cisnes negros positivos, lo importante es aprovechar la oportunidad.

Las oportunidades son mucho menos frecuentes de lo que piensas.

Si alguien importante te invita, cancela todos tus planes.

Esa puerta puede que nunca vuelva a abrirse.

Vive en la gran ciudad, asiste a eventos, intenta varias veces.

Porque no sabes cuándo tendrás éxito, pero si logras una vez, compensará todos los fracasos.

Y, finalmente, recuerda: no se trata de predecir, sino de prepararse.

No intentes predecir cuándo llegará el próximo cisne negro, ni de dónde vendrá.

Eso es imposible.

Lo que debes hacer es fortalecer tu resistencia para soportar los impactos negativos y aprovechar al máximo los positivos.

Concéntrate en aumentar tu resistencia, no en hacer predicciones.

Talmud mismo hace esto.

En 1987, cuando estalló la crisis bursátil, otros perdieron todo, pero él obtuvo grandes beneficios con pequeñas inversiones.

Él nunca predice cuándo llegará un cisne negro.

Solo sabe que los sistemas frágiles colapsarán cuando llegue uno.

Y lo que puede hacer es no convertirse en ese pavo.

Sino en quien, en la víspera de Acción de Gracias, limpia la granja.

En quien, en medio del pánico, ya está preparado.

En quien, cuando llegue el cisne negro, pueda decir: “Te estaba esperando hace mucho tiempo”.
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