La vida, que parece larga, en realidad no es más que una cuenta regresiva en días.
Si la consideramos en un siglo, son solo 36500 días; si la limitamos a ochenta años, quedan 29200 amaneceres y atardeceres; incluso si solo contamos hasta los setenta, son solo 25550 días.
La realidad quizás sea aún más breve— hombres promedian 26280 días, mujeres 27375 días, la gran mayoría no completará el viaje de treinta mil días.
Si convertimos la vida en años en horas y segundos, son 876000 horas, 3 mil 153 millones 600 mil segundos. Pero casi un tercio de ese tiempo se escapa en sueños, y el resto de las horas despiertas, apenas más de veinte mil días.
Algunos también calculan la vida en meses— setenta y seis años, solo 912 meses. Cuando la larga vida se cuantifica en este número, uno se da cuenta de lo tangible y fugaz que es el tiempo.
En este tiempo limitado, todavía tenemos que trabajar, estudiar, atender asuntos triviales, y los momentos que realmente nos pertenecen, son sumamente valiosos.
Ya que ayer es un hecho consumado y mañana aún no llega, lo único que podemos controlar es el hoy que estamos viviendo. No es necesario vagar en recuerdos, ni esperar en fantasías, vivamos con firmeza cada momento presente, porque esa es la respuesta más sincera a la vida.
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La vida, que parece larga, en realidad no es más que una cuenta regresiva en días.
Si la consideramos en un siglo, son solo 36500 días;
si la limitamos a ochenta años, quedan 29200 amaneceres y atardeceres;
incluso si solo contamos hasta los setenta, son solo 25550 días.
La realidad quizás sea aún más breve—
hombres promedian 26280 días, mujeres 27375 días,
la gran mayoría no completará el viaje de treinta mil días.
Si convertimos la vida en años en horas y segundos,
son 876000 horas, 3 mil 153 millones 600 mil segundos.
Pero casi un tercio de ese tiempo se escapa en sueños,
y el resto de las horas despiertas, apenas más de veinte mil días.
Algunos también calculan la vida en meses—
setenta y seis años, solo 912 meses.
Cuando la larga vida se cuantifica en este número,
uno se da cuenta de lo tangible y fugaz que es el tiempo.
En este tiempo limitado,
todavía tenemos que trabajar, estudiar, atender asuntos triviales,
y los momentos que realmente nos pertenecen, son sumamente valiosos.
Ya que ayer es un hecho consumado y mañana aún no llega,
lo único que podemos controlar es el hoy que estamos viviendo.
No es necesario vagar en recuerdos, ni esperar en fantasías,
vivamos con firmeza cada momento presente,
porque esa es la respuesta más sincera a la vida.