En Washington se está produciendo un nuevo reparto del poder financiero. El gobierno de Trump esta vez va en serio: no se trata solo de palabras, sino de una auténtica remodelación de las reglas del juego de todo el sistema regulatorio.

Empecemos por la Reserva Federal. Tradicionalmente, el cargo de presidente de la Fed era prácticamente intocable, con una independencia muy fuerte. Pero ahora la situación ha cambiado: Trump no solo ha criticado abiertamente al actual presidente, Powell, sino que también ha puesto en marcha un nuevo proceso de selección para el puesto. ¿Quién es el principal candidato, Hassett? Pues justamente el tipo que siempre ha defendido fuertes recortes de los tipos de interés. El plan es claro: controlar la mayoría de los asientos en la Junta de la Fed para así influir en las decisiones de tipos de la FOMC. En otras palabras, el objetivo es que la política monetaria sea más dócil y se adapte mejor a la agenda política a corto plazo.

Al mismo tiempo, parece que llega la primavera para el sector cripto. El nuevo candidato a presidente de la CFTC ha declarado abiertamente que quiere una regulación "amigable con la innovación", y en el Congreso se están debatiendo leyes para ampliar la jurisdicción de la CFTC sobre los mercados al contado. La nueva dirección de la FDIC ha ido más allá: ha relajado directamente las restricciones para que los bancos se involucren en el negocio cripto y ha eliminado la revisión basada en el "riesgo reputacional". Viendo estas jugadas en conjunto, el marco regulatorio se está moviendo rápidamente hacia un entorno más laxo y con un poder más centralizado.

¿La reacción del mercado? Decir que está nervioso es quedarse corto. El tipo de cambio del dólar ya empieza a mostrar volatilidad, y los bancos centrales de todo el mundo están recalculando su exposición al riesgo de los activos en dólares. Si la independencia de la Fed realmente se ve socavada, las consecuencias podrían ser un caos en los flujos de capital mundiales y una reconfiguración forzosa de las reservas de los bancos centrales. No es ninguna broma: una revolución institucional silenciosa está reescribiendo la lógica fundamental del poder financiero estadounidense.

¿Qué pasará a continuación? Lo veremos con el tiempo.