Una, Reducción de tasas de la Reserva Federal: la senda de flexibilización tras el recorte
11 de diciembre, la Reserva Federal anunció de manera puntual una bajada de 25 puntos básicos en las tasas. A simple vista, esta decisión estuvo muy alineada con las expectativas del mercado, e incluso en un momento se interpretó como una señal de que la política monetaria comenzaba a volverse más flexible. Sin embargo, la reacción del mercado se enfrió rápidamente, con caídas en las acciones estadounidenses y en los activos criptográficos, y una clara contracción en la aversión al riesgo. Este comportamiento, que parece contraintuitivo, en realidad revela un hecho clave en el entorno macro actual: reducir las tasas no equivale automáticamente a una mayor liquidez. En esta semana de decisiones de los grandes bancos centrales, la información transmitida por la Fed no fue un “reflote de dinero”, sino una restricción clara sobre el espacio de política futura. Desde el punto de vista de los detalles, los cambios en el gráfico de puntos (dot plot) impactaron sustancialmente las expectativas del mercado. Las últimas previsiones muestran que en 2026 la Fed podría realizar solo una bajada de tasas, muy por debajo de las 2-3 que el mercado había previsto anteriormente. Más importante aún, en la estructura de votación de esta reunión, 3 de los 12 miembros votantes se opusieron claramente a la bajada de tasas, de los cuales 2 defendieron mantener las tasas sin cambios. Esta divergencia no es un ruido marginal, sino una clara indicación de que la preocupación interna en la Fed por los riesgos inflacionarios es mucho mayor que la percepción previa del mercado. En otras palabras, esta bajada de tasas no marca el inicio de un ciclo de flexibilización, sino que más bien es un ajuste técnico en un entorno de altas tasas, para evitar un endurecimiento excesivo de las condiciones financieras.
Por ello, lo que realmente espera el mercado no es una “bajada puntual”, sino una senda de flexibilización clara, sostenible y con visión de futuro. La valoración de los activos de riesgo no depende del nivel absoluto de las tasas actuales, sino del descuento del entorno de liquidez futura. Cuando los inversores perciben que esta bajada no abre un nuevo espacio de relajación, sino que puede cerrar de antemano la flexibilidad futura de la política, las expectativas optimistas se ajustan rápidamente. La señal de la Fed es similar a un “analgésico”: alivia momentáneamente la tensión, pero no cura la causa; además, la postura contenida en las previsiones futuras obliga a reevaluar los riesgos de forma más cautelosa. En este contexto, la bajada de tasas se vuelve un típico “fin de ciclo alcista”. Las posiciones largas construidas en torno a expectativas de flexibilización comienzan a desmoronarse, especialmente en activos con altas valoraciones. Las acciones de crecimiento y los sectores con alta beta en EE. UU. se ven presionados primero, y el mercado cripto no es la excepción. La corrección en Bitcoin y otros activos principales no responde a un solo factor negativo, sino a la realidad de que “la liquidez no volverá rápidamente”. Cuando el diferencial de futuros se reduce, la compra marginal en ETFs disminuye y la aversión al riesgo en general se contrae, los precios tienden a ajustarse a niveles más conservadores. Un cambio aún más profundo se refleja en la estructura de riesgos de la economía estadounidense. Cada vez más estudios señalan que en 2026, el riesgo principal para EE. UU. puede no ser una recesión cíclica tradicional, sino una contracción de la demanda provocada por una caída significativa en los precios de los activos. Tras la pandemia, EE. UU. ha visto emerger un grupo de aproximadamente 2.5 millones de “superjubilados”, cuya riqueza depende en gran medida del mercado bursátil y otros activos de riesgo, y cuya conducta de consumo está altamente correlacionada con los precios de estos activos. Si los mercados de acciones u otros activos de riesgo caen de forma sostenida, el consumo de este grupo se contraerá en sincronía, generando un efecto negativo en la economía en general. En esta estructura económica, el espacio de maniobra de la Fed se ve aún más restringido. Por un lado, la inflación persistente sigue siendo un problema, y una relajación prematura o excesiva podría reactivar los precios al alza; por otro, si las condiciones financieras se endurecen continuamente y los precios de los activos sufren correcciones sistémicas, el efecto riqueza puede transmitirse rápidamente a la economía real, provocando una caída en la demanda. La Fed se encuentra en una situación extremadamente compleja: seguir combatiendo la inflación con fuerza puede desencadenar un colapso en los precios de los activos; tolerar niveles más altos de inflación, en cambio, puede ayudar a mantener la estabilidad financiera y los precios de los activos.
Cada vez más participantes del mercado aceptan una hipótesis: en la futura lucha de políticas, la Fed probablemente optará por “proteger el mercado” en lugar de “proteger la inflación”. Esto implica que el centro de inflación a largo plazo puede desplazarse hacia arriba, pero en el corto plazo, la liberación de liquidez será más cautelosa y esporádica, en lugar de una ola continua de relajación. Para los activos de riesgo, esto representa un entorno poco amigable: la velocidad de bajada de las tasas no es suficiente para sostener las valoraciones, y la incertidumbre sobre la liquidez persiste. En este contexto macro, el impacto de esta semana de decisiones de los grandes bancos centrales va mucho más allá de la simple bajada de 25 puntos básicos. Marca una revisión adicional en las expectativas del mercado respecto a la “era de liquidez infinita”, y siembra las semillas para futuras subidas de tipos en Japón y el eventual cierre de liquidez a fin de año. Para el mercado cripto, esto no significa el fin de la tendencia, sino una etapa clave para reajustar riesgos y entender mejor las restricciones macroeconómicas.
Dos, Subida de tasas del Banco de Japón: el “desactivador de liquidez” real
Si la función de la Fed en la semana de grandes bancos centrales fue generar decepción y corrección en las expectativas de liquidez futura, la acción próxima del Banco de Japón el 19 de diciembre será más parecida a una operación de “desactivación” en la estructura financiera global. La probabilidad de que el Banco de Japón suba las tasas en 25 puntos básicos, elevando el tipo de interés del 0.50% al 0.75%, ya se acerca al 90%. Aunque esta modificación parece moderada, implica que Japón llevará su tasa de política a su nivel más alto en treinta años. La clave no está en el valor absoluto de la tasa, sino en la reacción en cadena que esta provoca en la lógica del flujo de fondos global. Japón ha sido durante mucho tiempo una fuente de financiamiento de bajo coste en el sistema financiero mundial, y si esta premisa se rompe, el impacto será mucho mayor que en el mercado local japonés.
En más de una década, los mercados globales han llegado a un consenso estructural casi implícito: el yen es una “moneda de coste permanentemente bajo”. Bajo un apoyo de políticas ultraexpansivas, los inversores institucionales pueden tomar prestado yen casi a coste cero o incluso con coste negativo, y convertirlo en dólares u otras monedas de mayor rendimiento, para invertir en acciones estadounidenses, cripto, bonos de mercados emergentes y otros activos de riesgo. Este esquema no es una estrategia de arbitraje a corto plazo, sino una estructura de fondos a largo plazo que alcanza varios billones de dólares, profundamente integrada en la valoración global de activos. Debido a su duración prolongada y estabilidad, las operaciones de arbitraje en yen se han convertido en una “hipótesis de fondo”, y rara vez se consideran un riesgo principal en la valoración del mercado. Sin embargo, si el Banco de Japón entra en una fase de subida de tasas, esta hipótesis se reevaluará forzosamente. La subida de tasas no solo aumenta los costes de financiación, sino que también cambia las expectativas sobre la dirección a largo plazo del yen. Cuando las tasas de política suben y cambian las estructuras de inflación y salarios, el yen deja de ser solo una moneda de financiamiento pasivo y puede convertirse en un activo con potencial de apreciación. En ese escenario, la lógica de arbitraje basada en “diferenciales de interés” se verá fundamentalmente alterada. La relación de flujo de fondos centrada en “diferenciales de tasas” comenzará a incorporar consideraciones de “riesgo cambiario”, deteriorando rápidamente la relación riesgo-retorno.
En este contexto, las decisiones de arbitraje enfrentan opciones simples pero potencialmente destructivas: cerrar posiciones anticipadamente, reduciendo la exposición en yen; o aceptar pasivamente la doble presión de las tasas y el tipo de cambio. Para fondos de gran tamaño y alto apalancamiento, la primera opción suele ser la única viable. La forma de cerrar posiciones es muy directa: vender activos riesgosos, convertir en yen y pagar la financiación. Este proceso no discrimina entre calidad de activos, fundamentos o perspectivas a largo plazo, sino que busca reducir la exposición total, mostrando un “vaciado indiscriminado”. Las acciones en EE. UU., cripto y mercados emergentes suelen caer en sincronía, formando una caída altamente correlacionada. La historia ha demostrado varias veces este mecanismo. En agosto de 2025, el Banco de Japón sorprendió subiendo la tasa al 0.25%, un movimiento que en términos tradicionales no fue agresivo, pero que provocó una reacción global intensa. Bitcoin cayó un 18% en un solo día, y otros activos de riesgo también se vieron afectados, requiriendo casi tres semanas para recuperarse. La intensidad de ese impacto se debió a la repentina subida de tasas, que forzó a los fondos apalancados a deshacer posiciones rápidamente. La reunión del 19 de diciembre será diferente a ese “cisne negro”: más bien, será como un “rinoceronte gris” que ya se ha dejado ver. El mercado ya anticipa la subida, pero esa expectativa no implica que el riesgo esté completamente digerido, especialmente si la subida es mayor y se combina con otras incertidumbres macroeconómicas.
Lo que aún es más relevante es que el entorno macro en el que se produce esta subida del Banco de Japón es más complejo que en el pasado. Los bancos centrales principales están divergiendo en sus políticas: la Fed, en términos nominales, baja tasas, pero en expectativas, restringe el espacio de flexibilización futura; el BCE y el Banco de Inglaterra mantienen posturas más cautelosas; y Japón se convierte en uno de los pocos países en avanzar claramente en una política de endurecimiento. Esta divergencia aumenta la volatilidad en los flujos de fondos entre monedas, y hace que el cierre de posiciones de arbitraje no sea un evento único, sino un proceso que puede repetirse en fases. Para los mercados cripto, altamente dependientes de la liquidez global, esta incertidumbre significa que la centralidad de los precios puede mantenerse en niveles elevados durante un tiempo. La subida del 19 de diciembre no es solo un ajuste monetario regional, sino un evento que puede desencadenar una reequilibración global en la estructura de fondos. Lo que “desmonta” no es solo un riesgo puntual, sino la hipótesis de apalancamiento de bajo coste que ha estado en el centro del sistema financiero mundial durante años. En este proceso, los activos cripto, por su alta liquidez y beta, suelen ser los primeros en sentir la presión. Pero esto no implica que la tendencia a largo plazo esté en duda; más bien, que en el corto plazo se intensificarán las volatilidades y se reducirá la aversión al riesgo, obligando a los mercados a reevaluar las lógicas de fondos que durante años se consideraron inmutables.
Tres, Mercado navideño: el “amplificador de liquidez” subestimado
Desde el 23 de diciembre, los principales inversores institucionales en Norteamérica entran en modo de vacaciones navideñas, y los mercados financieros globales entran en la fase de contracción de liquidez más típica y también más subestimada del año. A diferencia de los datos macro o decisiones de bancos centrales, las vacaciones no cambian variables fundamentales, pero sí reducen significativamente la “capacidad de absorción” del mercado ante shocks en un corto plazo. Para activos como las criptomonedas, que dependen mucho de la liquidez continua y la profundidad del mercado, esta contracción estructural puede ser más dañina que un solo evento negativo. En condiciones normales, el mercado cuenta con suficiente contrapartida y capacidad de riesgo: numerosos creadores de mercado, fondos de arbitraje e inversores institucionales proporcionan liquidez bidireccional, permitiendo dispersar, retrasar o cubrir las ventas.
Lo que aún es más importante es que las vacaciones navideñas no ocurren en aislamiento, sino que coinciden con una serie de eventos macroeconómicos de alta incertidumbre que se están concentrando en este período. La Fed, en su semana de decisiones, ya ha enviado señales de “bajadas de tasas pero con postura hawkish”, que han restringido las expectativas de liquidez futura; al mismo tiempo, la próxima subida del Banco de Japón, el 19 de diciembre, está poniendo en duda la estructura de arbitraje en yen a largo plazo. Normalmente, estos shocks macroeconómicos se asimilan en el mercado en un período prolongado, ajustando precios mediante un proceso de negociación repetida. Pero si coinciden en la ventana de menor liquidez del año, en Navidad, su impacto no será lineal, sino que se amplificará claramente. La causa no es solo el pánico, sino el cambio en el mecanismo de mercado: la escasez de liquidez comprime el proceso de descubrimiento de precios, impidiendo que la información se asimile mediante transacciones continuas, y forzando a que los ajustes se hagan mediante saltos de precios más bruscos. En el mercado cripto, en estas condiciones, las caídas no necesitan de nuevas malas noticias, sino que basta con una concentración de incertidumbre previa para desencadenar una reacción en cadena: caída de precios, cierre pasivo de posiciones apalancadas, aumento de la presión vendedora, que en un mercado con poca profundidad se amplifica rápidamente, generando una volatilidad intensa en poco tiempo. La historia muestra que este patrón no es aislado. En ciclos tempranos de Bitcoin, o en fases recientes de madurez del mercado, diciembre y principios de enero suelen ser períodos con volatilidad mucho mayor que la media anual. Incluso en años con entorno macro estable, la caída de liquidez en vacaciones suele ir acompañada de movimientos rápidos en los precios; y en años con alta incertidumbre macro, esta ventana puede acelerar tendencias. En definitiva, las vacaciones no determinan la dirección, pero sí amplifican mucho la reacción si la tendencia se confirma.
Cuatro, Conclusión
En conjunto, la corrección actual en los mercados cripto se asemeja más a una reevaluación por cambios en la trayectoria de liquidez global, que a una reversión de tendencia en sí misma. La bajada de tasas de la Fed no ha dado un nuevo soporte a las valoraciones de riesgo, sino que, en su orientación futura, ha limitado el espacio de flexibilización, llevando a los mercados a aceptar un entorno de “baja liquidez con tasas en descenso”. En este escenario, los activos con altas valoraciones y apalancamiento enfrentan presiones, y la corrección en cripto tiene una base macroeconómica clara.
Al mismo tiempo, la subida de tasas del Banco de Japón es la variable más estructural en esta fase de ajuste. Como fuente de financiamiento de bajo coste en el sistema global, si esa hipótesis se rompe, no solo se afectará el mercado local japonés, sino que se desencadenará una contracción sistémica en la exposición global a riesgos. La experiencia histórica indica que estos ajustes suelen ser de carácter fragmentado y repetitivo, y que su impacto no se libera en un solo día, sino que se va acumulando en volatilidades sucesivas, en un proceso de desendeudamiento progresivo. Los activos cripto, por su alta liquidez y beta, suelen ser los primeros en reflejar la presión, pero esto no implica que la tendencia a largo plazo esté en duda; más bien, que en el corto plazo se intensificarán las volatilidades y la aversión al riesgo, obligando a los mercados a reevaluar las lógicas de fondos que durante años parecían inmutables.
Para los inversores, el desafío en esta fase no es tanto determinar la dirección, sino entender los cambios en el entorno. La incertidumbre en políticas y la contracción de liquidez hacen que la gestión del riesgo sea más importante que la predicción de tendencias. Las señales más valiosas suelen aparecer después de que los cambios macro se consolidan y los fondos de arbitraje ajustan sus posiciones. En el mercado cripto, esto es más una fase de recalibración de riesgos y expectativas que un fin de ciclo. La dirección a medio plazo dependerá de la recuperación efectiva de la liquidez tras las vacaciones y de si la divergencia en las políticas de los principales bancos centrales se profundiza aún más.
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Una, Reducción de tasas de la Reserva Federal: la senda de flexibilización tras el recorte
11 de diciembre, la Reserva Federal anunció de manera puntual una bajada de 25 puntos básicos en las tasas. A simple vista, esta decisión estuvo muy alineada con las expectativas del mercado, e incluso en un momento se interpretó como una señal de que la política monetaria comenzaba a volverse más flexible. Sin embargo, la reacción del mercado se enfrió rápidamente, con caídas en las acciones estadounidenses y en los activos criptográficos, y una clara contracción en la aversión al riesgo. Este comportamiento, que parece contraintuitivo, en realidad revela un hecho clave en el entorno macro actual: reducir las tasas no equivale automáticamente a una mayor liquidez. En esta semana de decisiones de los grandes bancos centrales, la información transmitida por la Fed no fue un “reflote de dinero”, sino una restricción clara sobre el espacio de política futura. Desde el punto de vista de los detalles, los cambios en el gráfico de puntos (dot plot) impactaron sustancialmente las expectativas del mercado. Las últimas previsiones muestran que en 2026 la Fed podría realizar solo una bajada de tasas, muy por debajo de las 2-3 que el mercado había previsto anteriormente. Más importante aún, en la estructura de votación de esta reunión, 3 de los 12 miembros votantes se opusieron claramente a la bajada de tasas, de los cuales 2 defendieron mantener las tasas sin cambios. Esta divergencia no es un ruido marginal, sino una clara indicación de que la preocupación interna en la Fed por los riesgos inflacionarios es mucho mayor que la percepción previa del mercado. En otras palabras, esta bajada de tasas no marca el inicio de un ciclo de flexibilización, sino que más bien es un ajuste técnico en un entorno de altas tasas, para evitar un endurecimiento excesivo de las condiciones financieras.
Por ello, lo que realmente espera el mercado no es una “bajada puntual”, sino una senda de flexibilización clara, sostenible y con visión de futuro. La valoración de los activos de riesgo no depende del nivel absoluto de las tasas actuales, sino del descuento del entorno de liquidez futura. Cuando los inversores perciben que esta bajada no abre un nuevo espacio de relajación, sino que puede cerrar de antemano la flexibilidad futura de la política, las expectativas optimistas se ajustan rápidamente. La señal de la Fed es similar a un “analgésico”: alivia momentáneamente la tensión, pero no cura la causa; además, la postura contenida en las previsiones futuras obliga a reevaluar los riesgos de forma más cautelosa. En este contexto, la bajada de tasas se vuelve un típico “fin de ciclo alcista”. Las posiciones largas construidas en torno a expectativas de flexibilización comienzan a desmoronarse, especialmente en activos con altas valoraciones. Las acciones de crecimiento y los sectores con alta beta en EE. UU. se ven presionados primero, y el mercado cripto no es la excepción. La corrección en Bitcoin y otros activos principales no responde a un solo factor negativo, sino a la realidad de que “la liquidez no volverá rápidamente”. Cuando el diferencial de futuros se reduce, la compra marginal en ETFs disminuye y la aversión al riesgo en general se contrae, los precios tienden a ajustarse a niveles más conservadores. Un cambio aún más profundo se refleja en la estructura de riesgos de la economía estadounidense. Cada vez más estudios señalan que en 2026, el riesgo principal para EE. UU. puede no ser una recesión cíclica tradicional, sino una contracción de la demanda provocada por una caída significativa en los precios de los activos. Tras la pandemia, EE. UU. ha visto emerger un grupo de aproximadamente 2.5 millones de “superjubilados”, cuya riqueza depende en gran medida del mercado bursátil y otros activos de riesgo, y cuya conducta de consumo está altamente correlacionada con los precios de estos activos. Si los mercados de acciones u otros activos de riesgo caen de forma sostenida, el consumo de este grupo se contraerá en sincronía, generando un efecto negativo en la economía en general. En esta estructura económica, el espacio de maniobra de la Fed se ve aún más restringido. Por un lado, la inflación persistente sigue siendo un problema, y una relajación prematura o excesiva podría reactivar los precios al alza; por otro, si las condiciones financieras se endurecen continuamente y los precios de los activos sufren correcciones sistémicas, el efecto riqueza puede transmitirse rápidamente a la economía real, provocando una caída en la demanda. La Fed se encuentra en una situación extremadamente compleja: seguir combatiendo la inflación con fuerza puede desencadenar un colapso en los precios de los activos; tolerar niveles más altos de inflación, en cambio, puede ayudar a mantener la estabilidad financiera y los precios de los activos.
Cada vez más participantes del mercado aceptan una hipótesis: en la futura lucha de políticas, la Fed probablemente optará por “proteger el mercado” en lugar de “proteger la inflación”. Esto implica que el centro de inflación a largo plazo puede desplazarse hacia arriba, pero en el corto plazo, la liberación de liquidez será más cautelosa y esporádica, en lugar de una ola continua de relajación. Para los activos de riesgo, esto representa un entorno poco amigable: la velocidad de bajada de las tasas no es suficiente para sostener las valoraciones, y la incertidumbre sobre la liquidez persiste. En este contexto macro, el impacto de esta semana de decisiones de los grandes bancos centrales va mucho más allá de la simple bajada de 25 puntos básicos. Marca una revisión adicional en las expectativas del mercado respecto a la “era de liquidez infinita”, y siembra las semillas para futuras subidas de tipos en Japón y el eventual cierre de liquidez a fin de año. Para el mercado cripto, esto no significa el fin de la tendencia, sino una etapa clave para reajustar riesgos y entender mejor las restricciones macroeconómicas.
Dos, Subida de tasas del Banco de Japón: el “desactivador de liquidez” real
Si la función de la Fed en la semana de grandes bancos centrales fue generar decepción y corrección en las expectativas de liquidez futura, la acción próxima del Banco de Japón el 19 de diciembre será más parecida a una operación de “desactivación” en la estructura financiera global. La probabilidad de que el Banco de Japón suba las tasas en 25 puntos básicos, elevando el tipo de interés del 0.50% al 0.75%, ya se acerca al 90%. Aunque esta modificación parece moderada, implica que Japón llevará su tasa de política a su nivel más alto en treinta años. La clave no está en el valor absoluto de la tasa, sino en la reacción en cadena que esta provoca en la lógica del flujo de fondos global. Japón ha sido durante mucho tiempo una fuente de financiamiento de bajo coste en el sistema financiero mundial, y si esta premisa se rompe, el impacto será mucho mayor que en el mercado local japonés.
En más de una década, los mercados globales han llegado a un consenso estructural casi implícito: el yen es una “moneda de coste permanentemente bajo”. Bajo un apoyo de políticas ultraexpansivas, los inversores institucionales pueden tomar prestado yen casi a coste cero o incluso con coste negativo, y convertirlo en dólares u otras monedas de mayor rendimiento, para invertir en acciones estadounidenses, cripto, bonos de mercados emergentes y otros activos de riesgo. Este esquema no es una estrategia de arbitraje a corto plazo, sino una estructura de fondos a largo plazo que alcanza varios billones de dólares, profundamente integrada en la valoración global de activos. Debido a su duración prolongada y estabilidad, las operaciones de arbitraje en yen se han convertido en una “hipótesis de fondo”, y rara vez se consideran un riesgo principal en la valoración del mercado. Sin embargo, si el Banco de Japón entra en una fase de subida de tasas, esta hipótesis se reevaluará forzosamente. La subida de tasas no solo aumenta los costes de financiación, sino que también cambia las expectativas sobre la dirección a largo plazo del yen. Cuando las tasas de política suben y cambian las estructuras de inflación y salarios, el yen deja de ser solo una moneda de financiamiento pasivo y puede convertirse en un activo con potencial de apreciación. En ese escenario, la lógica de arbitraje basada en “diferenciales de interés” se verá fundamentalmente alterada. La relación de flujo de fondos centrada en “diferenciales de tasas” comenzará a incorporar consideraciones de “riesgo cambiario”, deteriorando rápidamente la relación riesgo-retorno.
En este contexto, las decisiones de arbitraje enfrentan opciones simples pero potencialmente destructivas: cerrar posiciones anticipadamente, reduciendo la exposición en yen; o aceptar pasivamente la doble presión de las tasas y el tipo de cambio. Para fondos de gran tamaño y alto apalancamiento, la primera opción suele ser la única viable. La forma de cerrar posiciones es muy directa: vender activos riesgosos, convertir en yen y pagar la financiación. Este proceso no discrimina entre calidad de activos, fundamentos o perspectivas a largo plazo, sino que busca reducir la exposición total, mostrando un “vaciado indiscriminado”. Las acciones en EE. UU., cripto y mercados emergentes suelen caer en sincronía, formando una caída altamente correlacionada. La historia ha demostrado varias veces este mecanismo. En agosto de 2025, el Banco de Japón sorprendió subiendo la tasa al 0.25%, un movimiento que en términos tradicionales no fue agresivo, pero que provocó una reacción global intensa. Bitcoin cayó un 18% en un solo día, y otros activos de riesgo también se vieron afectados, requiriendo casi tres semanas para recuperarse. La intensidad de ese impacto se debió a la repentina subida de tasas, que forzó a los fondos apalancados a deshacer posiciones rápidamente. La reunión del 19 de diciembre será diferente a ese “cisne negro”: más bien, será como un “rinoceronte gris” que ya se ha dejado ver. El mercado ya anticipa la subida, pero esa expectativa no implica que el riesgo esté completamente digerido, especialmente si la subida es mayor y se combina con otras incertidumbres macroeconómicas.
Lo que aún es más relevante es que el entorno macro en el que se produce esta subida del Banco de Japón es más complejo que en el pasado. Los bancos centrales principales están divergiendo en sus políticas: la Fed, en términos nominales, baja tasas, pero en expectativas, restringe el espacio de flexibilización futura; el BCE y el Banco de Inglaterra mantienen posturas más cautelosas; y Japón se convierte en uno de los pocos países en avanzar claramente en una política de endurecimiento. Esta divergencia aumenta la volatilidad en los flujos de fondos entre monedas, y hace que el cierre de posiciones de arbitraje no sea un evento único, sino un proceso que puede repetirse en fases. Para los mercados cripto, altamente dependientes de la liquidez global, esta incertidumbre significa que la centralidad de los precios puede mantenerse en niveles elevados durante un tiempo. La subida del 19 de diciembre no es solo un ajuste monetario regional, sino un evento que puede desencadenar una reequilibración global en la estructura de fondos. Lo que “desmonta” no es solo un riesgo puntual, sino la hipótesis de apalancamiento de bajo coste que ha estado en el centro del sistema financiero mundial durante años. En este proceso, los activos cripto, por su alta liquidez y beta, suelen ser los primeros en sentir la presión. Pero esto no implica que la tendencia a largo plazo esté en duda; más bien, que en el corto plazo se intensificarán las volatilidades y se reducirá la aversión al riesgo, obligando a los mercados a reevaluar las lógicas de fondos que durante años se consideraron inmutables.
Tres, Mercado navideño: el “amplificador de liquidez” subestimado
Desde el 23 de diciembre, los principales inversores institucionales en Norteamérica entran en modo de vacaciones navideñas, y los mercados financieros globales entran en la fase de contracción de liquidez más típica y también más subestimada del año. A diferencia de los datos macro o decisiones de bancos centrales, las vacaciones no cambian variables fundamentales, pero sí reducen significativamente la “capacidad de absorción” del mercado ante shocks en un corto plazo. Para activos como las criptomonedas, que dependen mucho de la liquidez continua y la profundidad del mercado, esta contracción estructural puede ser más dañina que un solo evento negativo. En condiciones normales, el mercado cuenta con suficiente contrapartida y capacidad de riesgo: numerosos creadores de mercado, fondos de arbitraje e inversores institucionales proporcionan liquidez bidireccional, permitiendo dispersar, retrasar o cubrir las ventas.
Lo que aún es más importante es que las vacaciones navideñas no ocurren en aislamiento, sino que coinciden con una serie de eventos macroeconómicos de alta incertidumbre que se están concentrando en este período. La Fed, en su semana de decisiones, ya ha enviado señales de “bajadas de tasas pero con postura hawkish”, que han restringido las expectativas de liquidez futura; al mismo tiempo, la próxima subida del Banco de Japón, el 19 de diciembre, está poniendo en duda la estructura de arbitraje en yen a largo plazo. Normalmente, estos shocks macroeconómicos se asimilan en el mercado en un período prolongado, ajustando precios mediante un proceso de negociación repetida. Pero si coinciden en la ventana de menor liquidez del año, en Navidad, su impacto no será lineal, sino que se amplificará claramente. La causa no es solo el pánico, sino el cambio en el mecanismo de mercado: la escasez de liquidez comprime el proceso de descubrimiento de precios, impidiendo que la información se asimile mediante transacciones continuas, y forzando a que los ajustes se hagan mediante saltos de precios más bruscos. En el mercado cripto, en estas condiciones, las caídas no necesitan de nuevas malas noticias, sino que basta con una concentración de incertidumbre previa para desencadenar una reacción en cadena: caída de precios, cierre pasivo de posiciones apalancadas, aumento de la presión vendedora, que en un mercado con poca profundidad se amplifica rápidamente, generando una volatilidad intensa en poco tiempo. La historia muestra que este patrón no es aislado. En ciclos tempranos de Bitcoin, o en fases recientes de madurez del mercado, diciembre y principios de enero suelen ser períodos con volatilidad mucho mayor que la media anual. Incluso en años con entorno macro estable, la caída de liquidez en vacaciones suele ir acompañada de movimientos rápidos en los precios; y en años con alta incertidumbre macro, esta ventana puede acelerar tendencias. En definitiva, las vacaciones no determinan la dirección, pero sí amplifican mucho la reacción si la tendencia se confirma.
Cuatro, Conclusión
En conjunto, la corrección actual en los mercados cripto se asemeja más a una reevaluación por cambios en la trayectoria de liquidez global, que a una reversión de tendencia en sí misma. La bajada de tasas de la Fed no ha dado un nuevo soporte a las valoraciones de riesgo, sino que, en su orientación futura, ha limitado el espacio de flexibilización, llevando a los mercados a aceptar un entorno de “baja liquidez con tasas en descenso”. En este escenario, los activos con altas valoraciones y apalancamiento enfrentan presiones, y la corrección en cripto tiene una base macroeconómica clara.
Al mismo tiempo, la subida de tasas del Banco de Japón es la variable más estructural en esta fase de ajuste. Como fuente de financiamiento de bajo coste en el sistema global, si esa hipótesis se rompe, no solo se afectará el mercado local japonés, sino que se desencadenará una contracción sistémica en la exposición global a riesgos. La experiencia histórica indica que estos ajustes suelen ser de carácter fragmentado y repetitivo, y que su impacto no se libera en un solo día, sino que se va acumulando en volatilidades sucesivas, en un proceso de desendeudamiento progresivo. Los activos cripto, por su alta liquidez y beta, suelen ser los primeros en reflejar la presión, pero esto no implica que la tendencia a largo plazo esté en duda; más bien, que en el corto plazo se intensificarán las volatilidades y la aversión al riesgo, obligando a los mercados a reevaluar las lógicas de fondos que durante años parecían inmutables.
Para los inversores, el desafío en esta fase no es tanto determinar la dirección, sino entender los cambios en el entorno. La incertidumbre en políticas y la contracción de liquidez hacen que la gestión del riesgo sea más importante que la predicción de tendencias. Las señales más valiosas suelen aparecer después de que los cambios macro se consolidan y los fondos de arbitraje ajustan sus posiciones. En el mercado cripto, esto es más una fase de recalibración de riesgos y expectativas que un fin de ciclo. La dirección a medio plazo dependerá de la recuperación efectiva de la liquidez tras las vacaciones y de si la divergencia en las políticas de los principales bancos centrales se profundiza aún más.