Aquí hay algo en lo que vale la pena reflexionar: nuestros cerebros no fueron hechos para las montañas rusas del cripto. La volatilidad quiebra a las personas. Sin embargo, de alguna manera hemos convertido un comportamiento genuinamente desquiciado en algo que celebrar. Observa cómo la comunidad aplaude movimientos que serían considerados imprudentes en cualquier otro contexto. El costo psicológico es real, pero seguimos fingiendo que es normal.