Imagina una red como DIMO donde los vehículos conectados se convierten en nodos de un ecosistema descentralizado. Los coches comparten datos de forma autónoma con agentes de IA y robots—coordinando horarios de carga, programando mantenimiento, orquestando entregas de suministros, todo a través de negociaciones directas máquina a máquina. Sin paneles centrales que dicten las órdenes, sin operadores humanos que microgestionen cada tarea. Las máquinas se encargan de lo que mejor saben hacer: coordinación en tiempo real, optimización de recursos y adaptación continua. No es ciencia ficción—es lo que sucede cuando los datos de los vehículos se convierten en infraestructura programable.