Wall Street banca de inversión presenta sus perspectivas para 2026, Goldman la denomina “reestructuración estructural del capital”, Morgan Stanley la describe como “economía global de doble velocidad”, y UBS destaca “el ciclo de gasto de capital más fuerte en más de veinte años”. Aunque los lenguajes difieren, las conclusiones son las mismas: 2026 será un punto de inflexión decisivo en el que los activos duros vuelvan a ocupar el centro del escenario, el gasto de capital en IA superará los 1 billón de dólares y disparará la demanda de commodities, y el oro y la plata seguirán en alza.
El gasto de capital en IA de 1 billón de dólares dispara la demanda de commodities
La fuerza decisiva en el panorama de 2026 es indiscutible: el gasto de capital impulsado por la inteligencia artificial. Los centros de datos, la computación avanzada, la expansión de redes eléctricas, la generación de energía, los sistemas de refrigeración y la electrificación intensiva en cobre ya no son inversiones marginales, sino que se están convirtiendo en los pilares físicos de la economía moderna. Goldman estima que para 2027, la inversión relacionada con IA podría acercarse a 1 billón de dólares anuales, comparable a la escala de la construcción de redes a principios del siglo XXI. UBS describe esta tendencia como “un impacto de gasto de capital que durará años, que remodelará permanentemente las cadenas de suministro y la valoración de activos”.
Pero su impacto va mucho más allá de las acciones tecnológicas. Como explica un estratega senior de Gold & Silver Club: “La IA no es solo un ciclo tecnológico, sino un superciclo inflacionario. También intensifica la demanda de energía, el consumo de metales y las restricciones de suministro. Por eso, agrava la desigualdad y por qué los activos duros acabarán siendo los beneficiados”. En realidad, la IA actúa tanto como catalizador como acelerador, agravando cada desequilibrio estructural ya existente en el sistema.
La demanda de construcción de centros de datos en IA revela el papel clave de los activos duros. Cada gran centro de datos requiere miles de toneladas de cobre para cables y sistemas de refrigeración, necesita un suministro eléctrico constante y estable para soportar operaciones 24/7, y emplea tecnologías de refrigeración avanzadas que consumen grandes cantidades de agua. Cuando los gigantes tecnológicos globales compiten por construir infraestructura de IA, la demanda de cobre, electricidad y agua impulsará al alza los precios de estos activos duros. Esta demanda no es solo cíclica, sino una tendencia estructural y sostenida a largo plazo.
Demanda explosiva de activos duros impulsada por IA
Consumo de cobre en auge: centros de datos de IA, vehículos eléctricos y actualizaciones de redes eléctricas consumen cobre a un ritmo mucho mayor que la capacidad minera global
Aumento del déficit eléctrico: la demanda de energía para la computación impulsará inversiones en petróleo, gas natural y nuclear, presionando al alza los precios energéticos
Doble demanda de plata: la expansión solar y la electrificación impulsan simultáneamente la demanda industrial de plata, sumándose a la demanda de refugio, formando una tormenta perfecta
Ciclo de gasto de capital: UBS lo denomina “el ciclo de gasto de capital más fuerte en más de veinte años”, con una escala comparable a la burbuja de internet a principios de siglo
La gran división de la riqueza en una economía en forma de K
La polarización que surgió en las primeras etapas post-pandemia se ha convertido en un patrón macroeconómico completo. Los propietarios de activos, las empresas y las industrias intensivas en capital continúan acelerando la creación de riqueza, mientras que las familias dependientes del trabajo y las empresas de consumo impulsado por salarios se rezagan aún más. Esto es la economía en forma de K, y para 2026 se espera que esta brecha se amplíe aún más. Morgan Stanley la describe como “una economía global de doble velocidad”, donde la riqueza de las clases altas, que poseen acciones, bienes raíces y activos duros, se expande, mientras que la clase media, dependiente de salarios, ve disminuir su poder adquisitivo.
En este escenario de mercado en forma de K, el flujo de capital se dirige a activos escasos, opciones y activos físicos. Los inversores que se posicionen tempranamente en activos duros se beneficiarán de uno de los patrones macroeconómicos más asimétricos de la historia moderna. Esta polarización no se debe a tasas de interés o política, sino a cambios estructurales más profundos: la economía global está pasando de ser impulsada por el consumo a estar dominada por industrias intensivas en capital, y de activos financieros a activos físicos.
La historia ofrece ejemplos reveladores. Los periodos en los que los commodities cotizan con un descuento significativo respecto a las acciones suelen anticipar cambios de mercado fuertes. Hoy, esta relación se acerca a niveles previos a los ciclos de auge de los commodities. A principios de los 2000 y en los años 70, se observaron desequilibrios similares en las valoraciones, seguidos por largos superciclos en los commodities que duraron una década. 2026 podría marcar el inicio de un nuevo superciclo.
Oro en 8000, plata duplicándose y cobre en mínimos de diez años
(Fuente: Youtube)
El oro ha sido el primero en reaccionar. Las compras de bancos centrales, el deterioro fiscal y la fragmentación geopolítica han impulsado el precio del oro a nuevos máximos. Cada vez más modelos institucionales predicen que, en la próxima fase del superciclo, el precio del oro alcanzará entre 6000 y 8000 dólares la onza. Este objetivo no es una quimera; el precio actual ronda los 3700 dólares, y para llegar a 8000 dólares, el oro tendría que duplicarse. Sin embargo, en un contexto de inflación y crisis de confianza monetaria, la revaloración del oro como refugio final tiene una lógica muy sólida.
La plata, que durante mucho tiempo ha sido opacada por el brillo del oro, podría mostrar un significado aún más importante. La plata se encuentra en la confluencia de la infraestructura de IA, la electrificación y la expansión solar, y presenta una demanda dual en el mercado moderno. Si la relación oro-plata se estrecha desde el nivel actual de aproximadamente 85 hacia su media histórica de 60 o incluso más abajo, el potencial alcista de la plata podría sorprender incluso a los traders más experimentados. Con un precio actual de unos 32 dólares, si la relación oro-plata cae a 60 y el oro alcanza los 6000 dólares, el precio objetivo de la plata sería de 100 dólares, lo que implica más del 200% de subida.
El cobre sigue siendo el eslabón más presionado del sistema. La construcción de centros de datos de IA, vehículos eléctricos y la actualización de redes eléctricas están consumiendo cobre a un ritmo mucho mayor que la capacidad minera global. Varias hedge funds describen ahora al cobre como “el activo con la valoración más irracional en una década”. La fase de exploración y puesta en marcha de minas de cobre suele durar entre 10 y 15 años, por lo que incluso con inversiones masivas en nuevas minas, no se aliviará la escasez de suministro en 2026. El desequilibrio estructural entre oferta y demanda seguirá impulsando al alza los precios del cobre.
El petróleo también vuelve a captar la atención del mercado. La inversión insuficiente durante años ha tensado la oferta energética, y con la demanda de energía impulsada por IA y los riesgos geopolíticos, los precios del crudo podrían experimentar subidas inesperadas, repitiendo los shocks de 2008 y 2022. Cuando la demanda de energía de los centros de datos compita con la industria tradicional y el consumo civil, la presión al alza en los precios energéticos será inevitable.
La ventana de oportunidad para la transferencia de riqueza se cierra
No se trata de una rotación rutinaria de la riqueza, sino de una transferencia intergeneracional. Como resume Hansen: “Esta década será de activos duros. La IA está construyendo el futuro, pero los commodities son el precio que pagas para lograrlo”. El mensaje para 2026 es claro: la ventana para comprar se está cerrando a una velocidad mayor de la que la mayoría percibe, y la segmentación de activos ya ha comenzado. La historia no tratará con benevolencia a quienes esperen a que todos estén de acuerdo; cuando la tendencia de activos duros sea aceptada por todos, el mejor momento de compra habrá pasado. La única pregunta ahora es si actuarás con decisión para aprovechar el superciclo de activos duros en 2026, o si simplemente mirarás cómo esta gran transferencia de riqueza de esta generación pasa de largo ante tus ojos.
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¡Los tres grandes de Wall Street juntos! 2026, el año de los activos tangibles, oro 8000, plata duplicada
Wall Street banca de inversión presenta sus perspectivas para 2026, Goldman la denomina “reestructuración estructural del capital”, Morgan Stanley la describe como “economía global de doble velocidad”, y UBS destaca “el ciclo de gasto de capital más fuerte en más de veinte años”. Aunque los lenguajes difieren, las conclusiones son las mismas: 2026 será un punto de inflexión decisivo en el que los activos duros vuelvan a ocupar el centro del escenario, el gasto de capital en IA superará los 1 billón de dólares y disparará la demanda de commodities, y el oro y la plata seguirán en alza.
El gasto de capital en IA de 1 billón de dólares dispara la demanda de commodities
La fuerza decisiva en el panorama de 2026 es indiscutible: el gasto de capital impulsado por la inteligencia artificial. Los centros de datos, la computación avanzada, la expansión de redes eléctricas, la generación de energía, los sistemas de refrigeración y la electrificación intensiva en cobre ya no son inversiones marginales, sino que se están convirtiendo en los pilares físicos de la economía moderna. Goldman estima que para 2027, la inversión relacionada con IA podría acercarse a 1 billón de dólares anuales, comparable a la escala de la construcción de redes a principios del siglo XXI. UBS describe esta tendencia como “un impacto de gasto de capital que durará años, que remodelará permanentemente las cadenas de suministro y la valoración de activos”.
Pero su impacto va mucho más allá de las acciones tecnológicas. Como explica un estratega senior de Gold & Silver Club: “La IA no es solo un ciclo tecnológico, sino un superciclo inflacionario. También intensifica la demanda de energía, el consumo de metales y las restricciones de suministro. Por eso, agrava la desigualdad y por qué los activos duros acabarán siendo los beneficiados”. En realidad, la IA actúa tanto como catalizador como acelerador, agravando cada desequilibrio estructural ya existente en el sistema.
La demanda de construcción de centros de datos en IA revela el papel clave de los activos duros. Cada gran centro de datos requiere miles de toneladas de cobre para cables y sistemas de refrigeración, necesita un suministro eléctrico constante y estable para soportar operaciones 24/7, y emplea tecnologías de refrigeración avanzadas que consumen grandes cantidades de agua. Cuando los gigantes tecnológicos globales compiten por construir infraestructura de IA, la demanda de cobre, electricidad y agua impulsará al alza los precios de estos activos duros. Esta demanda no es solo cíclica, sino una tendencia estructural y sostenida a largo plazo.
Demanda explosiva de activos duros impulsada por IA
Consumo de cobre en auge: centros de datos de IA, vehículos eléctricos y actualizaciones de redes eléctricas consumen cobre a un ritmo mucho mayor que la capacidad minera global
Aumento del déficit eléctrico: la demanda de energía para la computación impulsará inversiones en petróleo, gas natural y nuclear, presionando al alza los precios energéticos
Doble demanda de plata: la expansión solar y la electrificación impulsan simultáneamente la demanda industrial de plata, sumándose a la demanda de refugio, formando una tormenta perfecta
Ciclo de gasto de capital: UBS lo denomina “el ciclo de gasto de capital más fuerte en más de veinte años”, con una escala comparable a la burbuja de internet a principios de siglo
La gran división de la riqueza en una economía en forma de K
La polarización que surgió en las primeras etapas post-pandemia se ha convertido en un patrón macroeconómico completo. Los propietarios de activos, las empresas y las industrias intensivas en capital continúan acelerando la creación de riqueza, mientras que las familias dependientes del trabajo y las empresas de consumo impulsado por salarios se rezagan aún más. Esto es la economía en forma de K, y para 2026 se espera que esta brecha se amplíe aún más. Morgan Stanley la describe como “una economía global de doble velocidad”, donde la riqueza de las clases altas, que poseen acciones, bienes raíces y activos duros, se expande, mientras que la clase media, dependiente de salarios, ve disminuir su poder adquisitivo.
En este escenario de mercado en forma de K, el flujo de capital se dirige a activos escasos, opciones y activos físicos. Los inversores que se posicionen tempranamente en activos duros se beneficiarán de uno de los patrones macroeconómicos más asimétricos de la historia moderna. Esta polarización no se debe a tasas de interés o política, sino a cambios estructurales más profundos: la economía global está pasando de ser impulsada por el consumo a estar dominada por industrias intensivas en capital, y de activos financieros a activos físicos.
La historia ofrece ejemplos reveladores. Los periodos en los que los commodities cotizan con un descuento significativo respecto a las acciones suelen anticipar cambios de mercado fuertes. Hoy, esta relación se acerca a niveles previos a los ciclos de auge de los commodities. A principios de los 2000 y en los años 70, se observaron desequilibrios similares en las valoraciones, seguidos por largos superciclos en los commodities que duraron una década. 2026 podría marcar el inicio de un nuevo superciclo.
Oro en 8000, plata duplicándose y cobre en mínimos de diez años
(Fuente: Youtube)
El oro ha sido el primero en reaccionar. Las compras de bancos centrales, el deterioro fiscal y la fragmentación geopolítica han impulsado el precio del oro a nuevos máximos. Cada vez más modelos institucionales predicen que, en la próxima fase del superciclo, el precio del oro alcanzará entre 6000 y 8000 dólares la onza. Este objetivo no es una quimera; el precio actual ronda los 3700 dólares, y para llegar a 8000 dólares, el oro tendría que duplicarse. Sin embargo, en un contexto de inflación y crisis de confianza monetaria, la revaloración del oro como refugio final tiene una lógica muy sólida.
La plata, que durante mucho tiempo ha sido opacada por el brillo del oro, podría mostrar un significado aún más importante. La plata se encuentra en la confluencia de la infraestructura de IA, la electrificación y la expansión solar, y presenta una demanda dual en el mercado moderno. Si la relación oro-plata se estrecha desde el nivel actual de aproximadamente 85 hacia su media histórica de 60 o incluso más abajo, el potencial alcista de la plata podría sorprender incluso a los traders más experimentados. Con un precio actual de unos 32 dólares, si la relación oro-plata cae a 60 y el oro alcanza los 6000 dólares, el precio objetivo de la plata sería de 100 dólares, lo que implica más del 200% de subida.
El cobre sigue siendo el eslabón más presionado del sistema. La construcción de centros de datos de IA, vehículos eléctricos y la actualización de redes eléctricas están consumiendo cobre a un ritmo mucho mayor que la capacidad minera global. Varias hedge funds describen ahora al cobre como “el activo con la valoración más irracional en una década”. La fase de exploración y puesta en marcha de minas de cobre suele durar entre 10 y 15 años, por lo que incluso con inversiones masivas en nuevas minas, no se aliviará la escasez de suministro en 2026. El desequilibrio estructural entre oferta y demanda seguirá impulsando al alza los precios del cobre.
El petróleo también vuelve a captar la atención del mercado. La inversión insuficiente durante años ha tensado la oferta energética, y con la demanda de energía impulsada por IA y los riesgos geopolíticos, los precios del crudo podrían experimentar subidas inesperadas, repitiendo los shocks de 2008 y 2022. Cuando la demanda de energía de los centros de datos compita con la industria tradicional y el consumo civil, la presión al alza en los precios energéticos será inevitable.
La ventana de oportunidad para la transferencia de riqueza se cierra
No se trata de una rotación rutinaria de la riqueza, sino de una transferencia intergeneracional. Como resume Hansen: “Esta década será de activos duros. La IA está construyendo el futuro, pero los commodities son el precio que pagas para lograrlo”. El mensaje para 2026 es claro: la ventana para comprar se está cerrando a una velocidad mayor de la que la mayoría percibe, y la segmentación de activos ya ha comenzado. La historia no tratará con benevolencia a quienes esperen a que todos estén de acuerdo; cuando la tendencia de activos duros sea aceptada por todos, el mejor momento de compra habrá pasado. La única pregunta ahora es si actuarás con decisión para aprovechar el superciclo de activos duros en 2026, o si simplemente mirarás cómo esta gran transferencia de riqueza de esta generación pasa de largo ante tus ojos.